Cuando un caballero entra en un salón, ya sea un salón aristocrático o el salón de una casa de huéspedes, hace una profunda reverencia, y dice:

—Mi nombre es… (aquí el nombre del caballero).

Yo también quiero presentarme a la manera educada. Imagínenseme ustedes con un chaqué muy mal cortado. Yo avanzo hacia ustedes arrastrando los pies, de pronto me paro en seco, me inclino marcialmente, como si fuera a recoger de ustedes una orden militar, y exclamo, no sin cierta prosopopeya:

—Mi nombre es Víctor.

Los caballeros suelen decir todavía otras cosas: lo que hacen, lo que ganan… A los lectores de este espacio yo no voy a decirles lo que gano, ni lo que como, ni lo que peso; pero quiero que sepan mi nombre y que se familiaricen pronto conmigo.

Entrar en un medio nuevo es para uno como entrar en el seno de una familia desconocida. Yo me encuentro muy cohibido al principio. No me atrevo a hacer chistes. Durante los primeros días estoy en la situación del hombre tímido, que, recién introducido en una casa, se queda sentado, con las rodillas juntitas y una cara muy estúpida, y se pone a hablar del tiempo, demostrando por las cuestiones meteorológicas un interés que está muy lejos de sentir. Si alguien le dice al hombre tímido que cuente aquello que le han contado a él tal día, aquel cuento que tiene tanta gracia, el hombre tímido se azora y se disculpa, y por fin comienza su narración y la hace mal y queda en ridículo.

Yo soy un escritor tímido. Yo necesito saber que el lector me conoce ya, que es indulgente con mis apasionamientos, que, acostumbrado a mis pequeñas paradojas, no va a tomarlas completamente en serio; que va a leerme, en fin, como se lee a un amigo, y que muchas veces, en lugar de enfadarse contra mí, va a sonreír afectuosamente, diciendo:

—Pero ¡qué tonterías se le ocurren a este hombre…!

Porque a mí se me ocurren muchas tonterías, y en cuanto tengo confianza con la gente las digo. La cuestión es pasar el rato, y yo no quiero callarme una tontería que pueda divertirnos a todos para echármelas de hombre serio y sesudo.

Mi nombre es Víctor, y en el fondo yo soy un buen chico. Tengo un chaqué, pero no tengo pedantería ni afectación ningunas. La idea que les lance a ustedes será casi siempre una idea personal, y por esto necesito que ustedes me conozcan antes de entrar en tarea para que no me tomen nunca completamente en serio. Ni completamente en serio ni completamente en broma.

Basado en el texto de Julio Camba al fichar por ABC en 1913