La matemática, repetimos, es una ilusión. Un pensamiento matemático, y en general científico, es exacto, convincente, “necesario lógicamente”, cuando corresponde perfectamente al propio sentimiento de la vida. De lo contrario, es imposible, falso, absurdo, o, como solemos decir nosotros con el orgullo de los espíritus históricos, “primitivo”. La matemática moderna, obra maestra del espíritu occidental –“verdadera” solo para este espíritu-, le hubiera parecido a Platón una ridícula y fatigosa aberración que se aproxima a veces a la matemática “verdadera”, la “antigua”. ¡Cuántas grandes concepciones de otras culturas no habremos dejado perderse por no poder acomodarlas en “nuestro” pensamiento con sus propias limitaciones o, lo que es lo mismo, por sentirlas falsas, superfluas y absurdas!

Oswald Spengler, La decadencia de occidente, vol. I

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