Un hombre consiste en lo que podría llamarse un Viejo Mundo de conciencia personal y, más allá de un mar divisorio, una serie de Nuevos Mundos –las no muy distantes Virginias y Carolinas de los subconsciente personal y del alma vegetativa-; el Lejano Oeste de lo inconsciente colectivo, con su flora de símbolos y sus tribus de arquetipos aborígenes; y, separado por otro océano, todavía más vasto, en las antípodas de la conciencia cotidiana, el mundo de la Experiencia Visionaria.

Aldous Huxley, Las puertas de la percepción

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